Luego de una desprolija investigación, creo que estoy en condiciones de contarles esta extraña leyenda sobre las andanzas de objetos que a simple vista suelen parecer inofensivos, pero en realidad, son artífices de delirantes crónicas que yo, humildemente, me dispongo a narrar a continuación con el propósito de desenmascarar a estos crueles “objetos inanimados” que son capaces hasta de poner en discusión nuestra ya cuestionada cordura.
¿Quién no se imagino de niño, que una vez apagada las luces de
Todo comenzó aquél viernes, cuando las causalidades de la vida quisieron que tres termos rojos (si… tres termos rojos) se encontraran en aquella oscura cocina de la calle Lerma que a pesar del obstinado trabajo de limpieza de mi madre no lograba mantenerse ordenada por mucho tiempo. Con esto quiero decir que el panorama se presentaba bastante complicado ya que la escena del crimen pudo haber sido modificada o más bien, entorpecida por platos sucios, ollas con restos de comida, vasos olvidados en la mesa o aquella panera que guardaba las migajas de algún almuerzo familiar.
Pero volvamos al hecho. Ahí estaban, uno al lado del otro, firmes, con su cuerpo de violento granate. Tal vez pensaban en el destino, porque los termos también piensan en el destino, y esto es una aclaración para aquellos que creen que solo nosotros “los humanos” tenemos derecho a pensar en esas cosas. No señor.
Uno de ellos, hace tiempo que vivía ahí. Justo esa noche pensaba en la vida, en la cantidad de cebadas que le había tocado vivir, en los momentos difíciles, en las veces que estuvo a punto de perder su vida por alguna maniobra imprudente del cebador. Esa noche soñaba también con ser un buen anfitrión. Al fin y al cabo, algún día le podía pasar a él, que lo dejen olvidado en alguna cocina ajena. Pensó en romper el hielo, o evitar que se “enfríe” la relación, entonces largo algunos chistes en referencia al color rojo que en evidencia los identificaba al menos, superficialmente.
EL segundo era el más delgado de los tres. Y el más friolento, aunque el precavido se había llevado puesto un abrigo negro. Igual… debajo de esa frágil estructura de cuero, estaba su granate cuerpo de acero. Y a decir verdad, era un termo bastante engreído. Se las daba de ganador solo por llevar un pico vertedor más sofisticado que el de los demás.
Por último, el termo gordito. Esos que uno compra por simpático. Era tímido y le costaba un poco entrar en confianza. Si uno lo miraba mucho, se ponía aún más colorado, como de un furioso rojo de “la tapa a la base”. A veces por la noche lloraba. Se acordaba de un viejo amor no correspondido que le quitaba el sueño y que él, de puro cobarde, nunca se animó a compartir en recuerdos con sus otros amigos termos.
Estos son los protagonistas del relato. Pero ojo, no estaban solos. Las circunstancias de la vida de un termo son bastante predecibles. Que termo no le tocó cruzarse con alguna bombilla, o un mate, o con las populares tazas y si, es cierto que la mayoría de los termos son aficionados a la yerba.
Lo que paso esa noche pocos lo saben, y las hipótesis abundan. Tal vez, una pelea hizo que el termo anfitrión junto al gordito melancólico hayan decidido contratar a un sicario de termos y luego terminar con la vida del engreído termo de acero y pico sofisticado. O… tal vez, en un acto de locura y desesperada necesidad de llamar la atención el termo anfitrión no pudo soportar la idea de ser remplazado y decidió matarlos en un siniestro pero brillante plan. O quién sabe… el gordito que parecía incapaz de matar a una taza, era en realidad un termo con tendencias psicópatas como resultado de una infancia nefasta. Y porque no, pensar en los utencillos de cocina que no soportaron la idea de convivir con los tres termos rojos y decidieron terminar con sus existencias, en protesta a las convenciones arbitrarias de la moda que señalaron al rojo como el color de la temporada. ¿Es que nadie pensó que no a todos les queda bien el rojo?
Como dije antes, las hipótesis abundan. Hay quienes señalan al termo anfitrión por ser el único que, aparentemente, quedó con vida. Sin embargo, no son pocos los que sostienen que
* dedicado a la familia villagra, al parecer, traficantes de termos.