martes, 29 de enero de 2008

A 11 años sin Osvaldo, no habrá más pena ni olvido

"Al fin y al cabo no puede existir ningún lugar más bonito para morir, más digno de la desesperación total, que la novela escrita por uno mismo" Franz Kafka

Pensar que estas palabras habitan sus escritos, y hasta las hizo suyas sabiendo que él deseaba morir en su propio libro. Hoy se cumplen 11 años de la desaparición física de Osvaldo Soriano, y creo que nunca mejor dicho desaparición física, porque aquel que sabe dejar algo en el otro es eterno.
Está demás decir que yo jamás lo conocí, pero aprendí a extrañarlo, cuando al terminar un libro de él y comenzar una nueva lectura faltaba ese sentimiento de búsqueda y amor a la vida.
Y Ahora no me queda más que esperar a que los gatos inventen tu biografía, porque definitivamente estás, muy orondo, sentado en el redondel de la luna...
El próximo texto ("El cartero") es de autoría de Eduardo Galeano, amigo del gordo, como lo llamaba.
EL CARTERO


Lo vi en el ataúd, con esa cara plácida y jodona, y pensé: Es un chiste. No hay duda. El Gordo se está haciendo el muerto para hacer sufrir a los amigos. Nos está tomando el pelo, pensé. Pero Manuel Soriano, el hijo del Gordo, que es idéntico al Gordo aunque mucho más chiquito y que andaba por ahí con su camiseta de San Lorenzo, nos dio la justa. El le había dado una carta al padre, para que se la entregara a Filipi. Filipi, gran amigo de Manuel, había muerto también, un poco antes, y él lo había enterrado, con cruz y todo, en un pocito del fondo de su casa. Filipi tenía forma de lagartija y costumbres de camaleón, porque cambiaba de color cuando quería. En la carta, Manuel le decía que lo extrañaba mucho y le enseñaba un jueguito, para que Filipi pudiera entretenerse en la muerte, que es muy aburrida. En el jueguito había que escribir las letras que faltaban: "Usá las uñas, Filipi", le decía Manuel. Entonces lo vi claro. El Gordo se nos fue por un ratito nomás. Está trabajando de cartero de su hijo. Ahora nomás vuelve. A mí ya me parecía, porque es evidentísimo que este mundo no puede ser tan espantosamente triste, solitario y final; y un tipo tan buenazo como el Gordo no podía hacernos la cochinada de dejarnos sin él.
Eduardo Galeano

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